La primera ascensión al Naranjo de Bulnes en 1904 inauguró la historia del alpinismo y la escalada en España
La hazaña de un marqués y un pastor, ayudados únicamente por una cuerda de pita, marcó para siempre a una estirpe de montañeros que aún sueñan con nuevas hazañas
RAFA TORRE POO
Hubo un tiempo en que las cimas de los Picos de Europa fueron tierra ignota para el hombre. Lugares para algunos sagrados, para otros moradas de miedos y monstruos. No había motivo para subir hasta allí arriba. En parte, porque era imposible. Los pastores y los cazadores cubrían sus necesidades mucho más abajo, en las escasas vegas y pastos que hoy dan forma al Parque Nacional. Pero algo atrayente había en aquellos inmensos peñascos. Cantos de sirena en un mar de caliza que fue atrayendo a los más intrépidos. A los primeros exploradores.
Los ricos minerales que yacían bajo el suelo atrajeron a ingenieros de minas y geólogos. Ellos iniciaron la senda de la verticalidad. Casiano de Prado, Jean Marie Hippolyte Aymar d´Arlot, más conocido como ‘El conde de Saint-Saud’ o Gustavo Schulze quedaron prendados por el paisaje que se alzaba por encima suyo. Fueron los precursores de lo que ahora conocemos como montañeros y, más tarde, escaladores. Torre de Salinas, Llambrión, Morra de Lechugales, Peña Vieja, Torre Cerredo… dejaron de ser territorios vírgenes para los humanos.
Pero había una cima, de color cobrizo en los atardeceres, que era inexpugnable por más que se le buscase forma de hollarla. Ni los rebecos podían. Fue la obsesión por alcanzar lo inalcanzable la que alumbró la mayor gesta en la historia de estas montañas. Más de cien años después, el ‘Naranjo de Bulnes’ o ‘Picu Urriellu’ sigue siendo el rey. Y ‘Peña Santa’, la reina. La conquista del ‘Picu’ supuso además el nacimiento de la escalada en dificultad en España. Corría el 5 de agosto de 1904 cuando un marqués y un pastor, sin más ayuda que una cuerda de pita y unas alpargatas de esparto (el pastor subió descalzo), iniciaron el asalto a la cima de las cimas de Picos. Pedro Pidal, Marqués de Villaviciosa, y Gregorio Pérez ‘El Cainejo’ (era oriundo del pueblo de Caín) se jugaron la vida por el amor a esta mole de piedra. Y, en parte, por patriotismo.
«Qué idea me formaría de mi mismo y de mis compatriotas si llegase a mis oídos la noticia de que unos alpinistas extranjeros habían tremolado la bandera de su patria sobre la cumbre del Naranjo de Bulnes. En España, en Asturias y en mi cazadero de robezos (rebecos) favorito», dejó escrito Pidal tras la gesta.
Fue el pistoletazo de salida a una carrera épica que aún hoy continúa. Tenían por delante un libro en blanco sobre el que escribir. El Naranjo de Bulnes se convirtió en una obsesión.
Actualmente, más de un centenar de vías de escalada recorren sus paredes. Alberto Rabadá y Ernesto Navarro trazaron en agosto de 1962 uno de los recorridos más míticos en la cara Oeste (la de mayor longitud y dificultad), que sigue siendo referencia para las nuevas generaciones. También en esa zona los hermanos Pou (Eneko e Iker) han liberado, aunque aquí hay debate, la considerada como vía de escalada más difícil del planeta.
El mítico Naranjo de Bulnes.
Escalar en Picos de Europa supone hacerlo en una de las mejores rocas calizas del país. Algo característico y diferenciador que cada año atrae a este parque nacional a cientos de entusiastas de esta modalidad, ahora considerada deportiva.
La Guerra Civil ralentizó, en parte, el ritmo de las conquistas. En los años sesenta se retomó el espíritu alpinista y se fraguaron las consideradas como las ‘grandes clásicas’ (Espolón de los Franceses, Espolón del Jiso…). En los años setenta llegaron a Picos de Europa los primeros escaladores mediáticos, como César Pérez de Tudela. También aquí se registraron los grandes rescates y las primeras víctimas mortales que dieron aún más resonancia a las hazañas. En los años ochenta se produjo un relevo generacional que continuó con la tendencia aperturista que se ha extendido hasta la actualidad.
A pesar de lo trillado del terreno, aún quedan paredes intactas que desafíar y conquistar. Escalar es huir hacia delante donde, como dijo Wolfgan Güllich, «el cerebro es el músculo más importante».
Es guía de montaña e imparte docencia en el Centro de Educación Ambiental de Polientes (Cantabria)
Las cinco grandes escaladas
Un paisaje que se recorre a pie
El senderismo gana fuerza entre las actividades de ocio y tiempo libre
DANI BUSTO
Los Picos de Europa cuentan con infinidad de rincones de envidiable belleza a los que se puede acceder en poco tiempo desde las ciudades
Quién se va a levantar un domingo a las seis de la mañana para irse al monte? ¿Para qué poner el despertador si no tengo que trabajar? Ninguna de estas preguntas vale como excusa. Mucho menos si se tiene tan cerca un incomparable entorno como es el Parque Nacional de los Picos de Europa. El senderismo, las caminatas y las rutas por la naturaleza ganan fuerza como alternativas entre las actividades de ocio y tiempo libre. Y ni siquiera es necesario madrugar. La Cordillera Cantábrica tiene infinidad de rincones que recorrer y visitar, y muchos de ellos, en el entorno del Parque Nacional, están más cerca de lo que parece. En coche particular, en transporte público o en viajes organizados por las agrupaciones de montaña se puede llegar fácilmente a lugares y espacios al aire libre de envidiable belleza.
Para acceder a algunos de estos parajes, claro está, se necesita un mínimo de preparación, ya que sus caminos y senderos son exigentes, pero otros espacios están adaptados con rutas para toda la familia. En los Picos de Europa, la tendencia actual de los aficionados a la naturaleza pasa por realizar excursiones en grupos pequeños, de unas cuatro o cinco personas.
Excursionistas paseando por los lagos de Covadonga.
Suele verse gente joven, que generalmente utiliza el GPS de sus teléfonos móviles como guía, aunque todavía de vez en cuando pueden encontrarse los tradicionales planos, redoblados y desgastados por el tiempo, en manos de los excursionistas más veteranos. También hay paseos señalizados y puntos a los que se accede sin más indicador que el sentido común.
Un grupo de senderistas emprende la ruta de la Garganta del Cares desde Puente Poncebos. :: Alberto Aja
Como en otros ámbitos de la vida, aquello que se pone de moda corre el riesgo de masificarse. Y el Parque Nacional no escapa a las tendencias, sobre todo en periodos festivos y vacacionales. Los Lagos de Covadonga y el impresionante desfiladero de la Garganta del Cares son sin duda dos de los lugares más visitados de los Picos de Europa. Y con buenas razones para serlo. De hecho, los lagos –el Enol, la Ercina y el Bricial–, sus inmediaciones y su entorno, son emplazamientos que han enamorado durante décadas tanto a turistas de otras regiones como a los propios visitantes asturianos. De hecho sus accesos están regulados y tanto en los meses de verano como en Semana Santa se prohíbe el acceso en vehículos privados, así que la excursión, en estos casos, comienza cogiendo el autobús habilitado para ello.
Pero esta cornisa abarca tal variedad de opciones que también permite visitar lugares más tranquilos, quizás algo menos conocidos, recónditos, pero de gran valor natural. Baste como ejemplo de estos últimos los puertos de Áliva, una antigua zona minera conocida por muchos excursionistas como el ‘paraíso de la blenda acaramelada’, por la abundacia de este mineral que por su tono y su brillo se parece más a un caramelo de miel que a otra cosa. Áliva hace frontera natural entre Asturias y Cantabria.
Del mismo modo, las antiguas calzadas romanas también son frecuentes y cruzan todavía buena parte los Picos de Europa.
Hoy se han convertido en rutas transitadas por los excursionistas, como es el caso de la Senda del Arcediano, en el Puerto del Pontón, entre Riaño (León) y Cangas de Onís (Asturias).
Las rutas aquí enumeradas son tan solo pequeñas pinceladas que se pueden descubrir dentro de los límites del Parque Nacional. Arenas de Cabrales, Fuente De, Bulnes y Sotres, por citar algunos ejemplos, son siempre buen punto de encuentro y de partida para los excursionistas.
Ganas y buen calzado
Para iniciarse en el senderismo tan solo hacen falta ganas y motivación, además de un buen calzado –algo importantísimo para prevenir magulladuras o inesperadas torceduras en los tobillos–. El resto de los detalles se aprenden con la marcha. Aunque es clave no ir nunca solo, para evitar sustos y minimizar las consecuencias en caso de perderse o sufrir algún accidente, que desgraciadamente se dan con relativa frecuencia.
Para quienes todavía son reacios a adentrarse en el senderismo, cabe recordar que la meteorología no tiene por qué ser un problema. El Parque Nacional de Picos de Europa tiene multitud de escenarios que pueden recorrerse tanto en invierno como en verano. Cuando aprieta el calor, lo ideal es buscar la sombra de sus bosques y desfiladeros, cuando la temperatura no es tan alta, se pueden realizar ascensiones a sus montañas, y en pleno invierno, cuando nieva, es el momento de bajar a sus valles.
SEIS RUTAS RECOMENDADAS
Rutas en Asturias
Vega de Bricial: También en Covadonga, es una ruta sencilla e ideal para ir con niños.
Rutas en Castilla y León
De Posada de Valdeón a Caín: Para cruzar el bosque de Corona. Con bonitas vistas.
Rutas en Cantabria
Minas de Áliva: Con posibilidad de subirse al teleférico de Fuente De.
Trabaja para la Consejería de Educación en la Universidad Laboral
Intervenciones en Picos de los Greim y los 112 autonómicos en 2017
Agentes del Greim en Potes (11), Sabero (10) y Cangas de Onís (12)
Año que se creó pa primera unidad del Greim en Picos, la de Potes
Los rescatadores de las cumbres
Los Greim de Potes, Sabero y Cangas de Onís velan por los montañeros sogbre el terreno
DANIEL MARTÍNEZ
La puesta en marcha hace 30 años de los helicópteros de las tres autonomías facilitaron los salvamentos, pero el vuelo está muy condicionado por el tiempo
La montaña los llamó y la montaña se los llevó». Lo decía el padre de Rubén González, uno de los tres escaladores zamoranos que fallecieron en el Espolón del Jisu en abril del pasado año en uno de los accidentes más trágicos de los últimos tiempos en Picos de Europa, pero la frase podría haber salido de la boca de cualquier familiar de las decenas de personas que han dejado su vida en un entorno que en ocasiones se vuelve hostil hasta límites insospechados. Aquel también fue el ejemplo perfecto del grado de complejidad que puede alcanzar un rescate cuando todos los elementos se ponen en contra, algo muy habitual en las cumbres del parque natural. Tanto, que los servicios de emergencia necesitaron tres días para recuperar los cuerpos.
«Se metió la niebla, empezó a nevar, los días todavía eran muy cortos… Con buen tiempo el helicóptero habría terminado la intervención en una hora», señala Pablo Villabrille, la persona encargada de coordinar las tres unidades del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (Greim) que actúan en Picos desde Potes (Cantabria), Sabero (León) y Cangas de Onís (Asturias). Villabrille está convencido de que el mayor enemigo de este cuerpo de especialistas de la Guardia Civil es la meteorología. Y los mayores aliados: la experiencia para tomar la mejor decisión en cada momento, el conocimiento del terreno para poder responder en el menor tiempo posible y la preparación continua para saber esquivar cualquier imprevisto.
Macizo Central. Agentes del Greim, en un complicado rescate en Picos de Europa. :: Guardia Civil
Eso se consigue con los años –15 lleva Villabrille en esto– y con los dos entrenamientos que hacen a la semana los 33 ‘greiman’ que actúan como guardianes de las cumbres en el parque natural. En verano, más escalada o barranquismo. En invierno, travesías de nieve o espeleología… Picos de Europa y sus alrededores tienen la peculiaridad de que dan cobijo a prácticamente todas las modalidades deportivas de montaña. Y la llamada de emergencia puede llegar del escalador más avezado o del senderista que pisa por primera vez la senda.
Para que el estrés del momento no afecte al éxito de una misión tienen que seguir unas pautas. En lo más alto de la pirámide de prioridades está la seguridad, la propia y la de las personas a las que están auxiliando. Pero cuando una vida depende de ellos también entra en juego el factor tiempo. Antes de salir a la montaña, si las circunstancias lo permiten, intentan reunir toda la información sobre la zona y los afectados. «La tecnología lo ha cambiado todo. ¡Benditas coordenadas!», apunta Anselmo Vidal, de la unidad de Sabero. Compara con los tiempos en que no era habitual subir a la montaña con el móvil en la mano y los actuales. Hoy, si la cobertura lo permite, se puede enviar hasta la ubicación. Cuando hay un herido grave se ganan unas horas muy importantes, y en casos de desaparecidos el cambio de escenario es radical. Fue una revolución similar a la de la introducción de los medios aéreos, también muy condicionados por la meteorología.
Una mala decisión puede ser crucial. Villabrille insiste que, a mayor experiencia y preparación, más fácil es acertar. Lo que ocurre es que «nunca hay dos rescates iguales». Ni desde tierra, ni desde el aire. Arsenio Crespo es uno de los pilotos del helicóptero del Servicio 112 Cantabria. Cuando suenan las alarmas, en menos de media hora el aparato despega del aeropuerto de Santander y en 25 minutos puede llegar a Picos. «Ese rato lo usamos para evaluar todo. Normalmente conocemos la zona, pero profundizamos en ella y planeamos cómo va a ser el rescate. Esa es la idea inicial, pero lo que has preparado puede cambiar sobre el terreno», asegura. Preparación, estudio, conocimiento… Aunque cambie el medio y estén a la altura de las nubes los principios son los mismos. Si enciende el motor es porque ya sabe que las condiciones meteorológicas, en teoría, van a permitir realizar el rescate. Porque entre sus funciones está saber con qué tiempo se van a encontrar. Si es adverso, serán los Greim los que tendrán que llegar a pie.
La misión de Crespo es la de llegar –o encontrar– hasta el lugar donde está la persona que ha pedido auxilio y la de Pepe Suárez es prestárselo. Este médico vuela a bordo del helicóptero del Servicio de Emergencias del Principado de Asturias: «Lo más común son patologías de extremidad exterior. También traumatismos craneales por caídas, fracturas complicadas… A veces bajo del aparato porque requiere atención médica urgente y otras se le puede atender arriba porque no hay tanta premura».
Espolón de El Jiso. Miembros del Greim acceden al punto en el que fallecieron tres montañeros de Zamora. :: Guardia Civil
Llegó de rebote por su afición a la montaña, pero en sus 30 años de carrera –tantos como tiene el servicio– ha tenido tiempo suficiente para trasladarse a un hospital. No ha querido. «Quizás eso es más cómodo, pero no creo que estuviera laboralmente tan satisfecho. He vivido experiencias que no iba a vivir de otra manera», subraya. Malas, muchas, pero se queda con las buenas. Cuando aparece un extraviado o aquella en la que pudo auxiliar a dos montañeros a los que unos compañeros vieron caer por una pared vertical. Iban a buscar dos cadáveres y les encontraron con vida.
Por pura necesidad
Los Greim llegan a Picos en 1975. Ese año se crea con cuatro guardias la unidad de Potes y en 1977 las de Cangas de Onís y Sabero. Entonces, ¿quién se encargaba antes de los rescates? Gente como Jesús Dosal tiene la respuesta. A este vecino de Espinama (Cantabria), como a muchos otros en su pueblo, en pleno parque, le tocó en varias ocasiones subir a la montaña. Cuando había suerte a localizar a alguien que se había perdido o que tenía un tobillo torcido. Otras veces para bajar despeñados o personas que habían muerto de frío al ser sorprendidos por una tormenta. «Era la gente del pueblo la que subía. No estábamos preparados como lo están ahora, ni mucho menos, pero bueno… Lo hacíamos», recuerda. Lo que les faltaba de preparación y de medios lo suplían con entrega y conocimiento del medio. A él le tocó participar en otro de esos rescates que están marcados a fuego en la historia de Picos, el de dos escaladores que murieron en el Espolón de los Franceses. En un momento en el que el alpinismo era cosa de una élite reducida, se dieron una serie de circunstancias que llevaron aquel caso a todos los periódicos de España.
Fue en enero de 1981. Uno era jefe de seguridad de Felipe González y el otro un alto mando de la Policía Nacional: «Yo estaba haciendo la mili en el cuartel de Cruz Roja de Potes con Gervasio Lastra (otro nombre propio en esto de los rescates). Nos llamaron y allí fuimos». No fueron los únicos. Varios grupos de aventureros de Madrid se acercaron hasta la zona, pero «lo vieron complicado, porque las condiciones eran malísimas para que volase el helicóptero, se quedaron en sitio seguro y nos lo dejaron a nosotros». Han pasado 37 años, pero se acuerda de cómo arriesgó su vida con unas condiciones extremas, de la tormenta terrible, de cómo se congelaban las cuerdas… y sobre todo de que al final consiguieron su propósito.
Picu Urriellu. Rescate con helicóptero en la cara este del Naranjo de Bulnes :: SEPA
Por la dureza de la operación y su repercusión mediática, aquel rescate fue el más sonado de en cuentos intervino Dosal. Pocos en relación a los que ocurren ahora. En estas cuatro décadas, también la montaña se ha democratizado. La prueba es que sólo el año pasado se realizaron 143, la mayoría a aficionados que en ocasiones salen de casa sin todas las precauciones. De ellos, 90 los llevaron a cabo los Greim y otros 53 los equipos aéreos autonómicos…. «Ahora, con lo que había sería imposible. Los rescatadores están tres veces más preparados en todo», defiende. Es la clave para que la mayoría de las salidas sean historias de éxito y sólo unas pocas acaben en tragedia y recuerdan que, como hace un siglo, las montañas siguen siendo peligrosas. Por eso, como entonces, es imprescindible que siga habiendo guardianes de las cumbres.
Es guardia civil del Grupo de Rescate Especial de Intervenciones de Montaña (Greim) de la localidad de Sabero, León
Los fareros de la montaña
Ochenta y dos personas trabajan en las guarderías que velan por la conservación y la atención al visitante. Sin ellos no habría orden ni refugio en el paraíso
IRMA CUESTA
En las 64.660 hectáreas que ocupa el Parque Nacional de los Picos de Europa hay más que un paisaje impresionante y una fauna y flora dignas de ser tenidas en cuenta. Entre esas montañas de aspecto titánico hay también un equipo de personas que desde que el parque echó a andar, hace ahora cien años, se encargan de velar por que las cosas funcionen y el paso del tiempo apenas deje huella. Ochenta y dos personas, entre técnicos administrativos, conductores, agentes medioambientales, operarios especializados en montes y guardas, forman ese ejército que trabaja en el cuidado y la conservación de todo el área mientras acogen a los visitantes y ayudan a conocer cada rincón de esa suerte de paraíso.
Refugio de Cabaña Verónica, entre Horcados Rojos y el Pico Tesorero. :: Jorge Dinis
Técnicamente, el equipo humano del parque lo compone una selección de empleados públicos y de federaciones de montaña, que son los encargados de llevar a buen término el mandato del director; son los que vigilan, los que miden el pulso del parque para conocer si sus constantes discurren con normalidad, y los que dan la voz de alarma ante eventualidades que afectan de alguna forma a la conservación, en su sentido más amplio. Son también quienes actúan como una especie de asesores y amigos de los miles de visitantes que cada año acuden al parque y quienes, cuando uno llega sin aliento al fin de una larga etapa de caminos tortuosos y ascensiones imposibles, nos reconfortan con un café y un plato de comida cliente.
Hotel Refugio de Áliva, en Camaleño. :: A. Aja
En realidad, hace cien años el sofisticado organigrama que hoy soporta el servicio de guarderías del parque no pasaba de ser un grupo de guardas de montes. Personas de la zona que, básicamente, hacían lo que fuera para que las cosas estuvieran en orden cuando su amor por la caza arrastraba a Alfonso XIII hasta la cordillera Cantábrica.
«La realidad es que, por aquel entonces, el trabajo de aquellos guardas consistía en vigilar que los vecinos del entorno no quitaran el hambre con los rebecos que debían estar dispuestos por si al rey le apetecía venirse de cacería con sus amigos. Un siglo después, las cosas nada tienen que ver con aquello», dice Ángel Serdio, codirector de Picos de Europa, explicando que hoy en día se puede hablar de tres tipos de guarderías: los que llamamos guardas de montes, agentes de la autoridad que vigilan cada día que nadie enturbie la paz en el parque –«son nuestros ojos en el monte»–; los celadores y guías, que aunque no dependen directamente de la administración son un apoyo incondicional porque conocen como nadie la zona y se convierten en el foco que guía a las miles de personas que nos visitan, y los guardas de refugio. «En un lugar como este, cuna del alpinismo español, la mayoría depende de las federaciones de montaña y son imprescindibles.
Refugio de la Vega de Urriellu, a los pies del Picu o Naranjo de Bulnes. :: A. Aja
Ellos son quienes nos atienden cuando llegamos agotados a sus refugios», afirma. Lo que no parece haber cambiado mucho desde que hace cien años Picos de Europa se convirtió en el primer Parque Natural de España, es la procedencia de esa especie de ejército que trabaja porque las cosas funcionen. También hoy, aunque no todos, la mayoría son personas que están ligadas a él de algún modo; amantes de la naturaleza que en muchas ocasiones han cultivado ese cariño desde pequeños y cuya opción vital es envejecer respirando el aire de estas montañas.
A buen recaudo
En Picos de Europa hay nueve refugios guardados, cinco en Asturias, dos en Cantabria y otros dos en León. Todos ellos tienen unas características singulares. La primera, estar dentro de un parque nacional, porque eso les obliga a cumplir unas normas. La segunda, estar bajo el abrigo de tres comunidades autónomas, cada una con su propia legislación sobre este tipo de instalaciones. Y, por si todo eso no fuera suficiente, muchos de ellos se encuentran en lugares de muy difícil acceso. Quizá porque son tan peculiares, todos ellos decidieron hace unos años crear la Asociación de guardas de refugios de Picos de Europa y Cordillera Cantábrica. Su presidente, Sergio González, responsable de Jou de los Cabrones y del mítico Urriellu, en la base del Naranjo de Bulnes, ha cumplido 40 y lleva desde los 17 arrimado a los Picos. Él es quien asegura que los guardas son una suerte de fareros de la montaña y que, sin ellos, los montañeros se quedarían sin guarida. «La mayor parte de los que trabajamos en esto lo tenemos muy claro. De otro modo sería imposible ¿Que quizá nuestro trabajo esté poco reconocido? Puede. Pero eso no cambia las cosas. Somos el engranaje que hace funcionar todo esto».
Refugio de Vegarredonda, en el Macizo Occidental. :: A. Aja
Guarda de Refugios de Montaña por la universidad de Toulusse (Francia)